Mayo 2019
Esas tres palabras juntas parece que están de moda últimamente.Y es que así empiezan las series, que es lo que realmente está en boga en el variopinto espectro televisivo y en las infinitas plataformas que proliferan como champiñones. Y las empleamos aquí, en estas ilustres páginas, porque este editorial viene a ser una continuación del anterior.
Hablábamos el mes pasado de la procrastinación, que, a grandes rasgos, venía a ser dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, al contrario de lo que recomienda el saber popular desde el principio de los tiempos. Y traíamos esto a colación porque era algo que el ser atáxico cultivaba a la perfección, con escrupulosa diligencia y pulcritud. Cual si se tratara de un síntoma más de la ataxia que especifican los manuales médicos que se dedican a describir esta enfermedad en cuestión y que, por cierto, debe figurar al final de los temarios de las facultades de medicina, y por tanto no entra en examen, dado el desconocimiento de muchos facultativos sobre la misma…
Pero bueno, dejemos ese tema y retomemos el asunto inicial, que este editorialista tiende a perderse por los cerros de Úbeda; hermosos parajes, por cierto. Así que dejando ya por sentado nuestra facilidad innata para posponer tareas importantes, y sin olvidar que, como decíamos “ayer”, no sólo el atáxico de pro se dedica a este arte sino que es algo propio de la sociedad actual, hay que poner un ejemplo claro de lo que no hay que procrastinar. Un caso evidente de cómo ello perjudica seriamente a la salud.
Estamos a unas alturas del año en que tenemos la obligación todos los ciudadanos, atáxicos o no, de rendir cuentas. No ya al altísimo, cosa que esperemos tarde mucho en llegar, sino a Hacienda, que también es un ente inmaterial y omnipresente en nuestras vidas, pero que se manifiesta más a menudo dejándose oír alto y claro.
La árdua tarea anual de hacer la Declaración de la Renta si que es algo que muy proclive a constituirse en sujeto de procrastinación. La campaña comienza en marzo y acaba en junio, cinco meses, pero a pesar de tanto plazo e incluso aunque salga a devolver es algo que se va aplazando “sine die”. Quizá porque exige mucha concentración y esfuerzo, cuesta ponerse manos a la obra, y se va postergando para una mejor ocasión y al final hay que hacerlo deprisa y corriendo sin prestarle la atención que se debiera.
Incluso está demostrado que, por no procrastinar y quitarse de encima el trámite cuanto antes, a la hora de presentar la Declaración de la Renta, son muchas las personas que confirman el borrador que ofrece la Agencia Tributaria sin revisarlo antes ni hacer ninguna modificación al mismo. Hacer esto, además de perjudicar al declarante pues hay múltiples deducciones de la base imponible que hay que consignar específicamente, perjudica también a asociaciones como la nuestra pues la tan nombrada casilla solidaria viene desmarcada en el borrador.
Como ya es sabido, desde hace 30 años, las personas contribuyentes tienen el poder de decidir el fin solidario de una parte de sus impuestos. Así, con el sencillo gesto de hacer una X en la casilla 106 o “Actividades de interés social”, un 0,7% de nuestros impuestos se pueden destinar al desarrollo y ejecución de programas sociales realizados por organizaciones que atienden a personas en situación de vulnerabilidad. Se trata, por tanto de acciones específicas dirigidos a ancianos, disminuidos físicos, psíquicos o sensoriales, personas incapacitadas para el trabajo o incursas en toxicomanía o drogodependencia, marginados sociales y en general, a actividades de solidaridad social ante situaciones de necesidad.
No obstante, a pesar de llevar implantado esto desde hace 3 décadas, todavía el 45% de los contribuyentes no marcan esta casilla. Se estima que un 12% sólo marcan la de la Iglesia, quizá por desconocimiento de que se pueden marcar simultáneamente las dos sin repartir ese 0,7% sino haciéndolo doble. Pero lo que más llama la atención es que un 33% no la marque, no se sabe por qué razón. Esperemos que no sea por procrastinar, porque la cosa sería muy grave y habría que hacérselo mirar como síntoma sociedad enferma de dejadez. Aunque la otra opción que se nos ocurre que sería no marcarla porque simplemente no le da la gana al contribuyente, sí que sería síntoma de una sociedad podrida.
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