La importancia de las palabras

 

Siempre se ha dicho que las palabras se las lleva el viento. Y esto suele ser así, sobre todo con las que salen de nuestras bocas, es decir, con la palabra oral. Pero, para que esto no ocurra y que, por su relevancia, quede constancia exacta se plasman por escrito; negro sobre blanco, que se dice. Esto sucede cuando se quiere que aquello que se dijo, pase a ser un texto impreso, para que, de esta forma, se mantenga vivo lo que se quiere expresar.

 

Un ejemplo evidente de lo mencionado es el texto de la nuestra Carta Magna, la Constitución Española, que recoge las normas y reglas de convivencia pactadas y acordadas el 29 de diciembre de 1978, para que sea de forma explícita un referente continuo a lo, en su momento, convenido y refrendado.

 

Una vez dicho esto, lo que nos gustaría destacar en estas líneas es lo que dispone el Artículo 49 de la misma, que reza textualmente: ”Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciudadanos.” 

 

Como podemos comprobar alude a las personas con discapacidad como “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos” y eso es algo que ya va siendo hora de corregirse y sustituirse por expresiones más positivas e integradoras. Evidentemente es una conceptualización de la discapacidad que está trasnochada, es proteccionista, y no pone el foco en los derechos, sino en las limitaciones

 

La palabra es el contenedor básico de significado. Es la expresión que una lengua usa para designar a las cosas, lo cual no es algo arbitrario pues esconde la historia, el recorrido y la manera de ver el mundo de una sociedad.. Así pues, es evidente que a través de los vocablos usados es la mejor forma de conocer el modo de entender la realidad de ese momento y la cultura subyacente. Y el uso de esa locución para designar a personas con discapacidad  dice mucho del contexto social en que se redactó dicha norma hace 44 años.

 

Posiblemente, en aquel momento en el que una persona con discapacidad era un ser al que había que ocultar o encerrar, usar el término disminuido era apropiado, oportuno e incluso muy “fino” y bien visto. Sin embargo, hoy día en el que la discapacidad es entendida como una forma más amable y diferente de relacionarse las personas con el mundo, es algo ofensivo, vejatorio y humillante.

 

Resulta paradójico que se use ese vocablo tan discriminatorio precisamente en este Título de la Constitución que trata de la igualdad real y efectiva de todos los ciudadanos, e insta a la protección, inserción e integración social de las personas más vulnerables.

 

A lo largo de nuestra ya extensa trayectoria (20 años nos contemplan), desde esta tribuna hemos tratado en varias ocasiones el tema de la importancia de las palabras, pero no nos cansaremos de repetir que es primordial no herir a nadie con las palabras. No menospreciar ni “minusvalorar” las capacidades de cualquier persona. 

 

Hace también 20 largos años que la Organización Mundial de la Salud reconoció que los términos utilizados pueden, a pesar de todos los esfuerzos realizados, estigmatizar y etiquetar, por lo que tomó la decisión de abandonar totalmente el término «minusvalía» debido a su connotación peyorativa y de utilizar en su lugar el de «discapacidad», como término genérico que incluye déficits, limitaciones en la actividad y restricciones en la participación. Y, a raíz de esta recomendación de la OMS, en España se reguló este cambio de nomenclatura en el año 2009, mediante el Real Decreto 1856/2009. Pues bien, a pesar de haber pasado tanto tiempo, todavía hoy es el día que se sigue viendo y usando cotidianamente esta terminología hiriente. Y lo que ya es el colmo de los colmos es que en la Constitución se hable de disminuidos.

 

Por tanto, creemos que hay que educar en la reflexión de las connotaciones que tienen los términos que suelen usarse para referirse a las personas con alguna discapacidad. Vocablos como discapacitados, minusválidos, inválidos, minusvalía, subnormales, retrasados, disminuidos, tullidos o incapacitados, deben ser eliminados de nuestro lenguaje, y utilizar otros más correctos y amables como persona con una discapacidad.

 

Y como siempre, nuestros políticos dando ejemplo de sensibilidad. No consiguen ponerse de acuerdo para cambiar siquiera una sola  palabra, una palabra ya en desuso pero profundamente hiriente para un colectivo de, tan sólo, 3,5 millones de personas humanas, valga el pleonasmo y la ironía.

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