El lenguaje ayuda a romper moldes.

12/2019

 

Cuando uno sale de casa, inconscientemente se convierte en notario de todas las barreras existentes (arquitectónicas o mentales que no se sabe cuales son peores) que dificultan el libre deambular de una persona con alguna discapacidad. Existen en el Estado diferentes organismos y entidades que se dedican a esto y que autodenominan observatorios de la discapacidad, pero se puede decir sin miedo a equivocarse, que el propio discapacitado es el mejor observador de la discapacidad.

 

Esto, es tan cierto que, cada “disca”, debería , al alcanzar su condición de “minusválido”, automáticamente entrar en nómina del Ministerio de Sanidad y Política Social y ser nombrado inspector de la A.P.S.C.O.E.A.M.F.I.B.P.A.D.,  que como todo el mundo sabe son las siglas que corresponden a la Agrupación de Personas que al Salir de Casa Observan el Estado de la Aplicación de las Medidas Favorecedoras de la Integración y del Bienestar de las Personas con Alguna Discapacidad. Todavía se está pensando si junto con el certificado que te hace “minusválido” que expiden los Centros Base de “Minusválidos” deberían darnos una gorra y un pito, porque esto sin querer aporta más autoridad. No obstante, el uso de estos complementos convierte al cargo en ejecutivo, obligando a aumentar el sueldo por los pluses de peligrosidad, y eso es algo impensable en estos momentos de preocupante desaceleración económica,  como en los que, según dicen los sesudos economistas, estamos ahora inmersos.

 

Observará el atento lector, al que por suerte no se le pasa ni una, que ponemos “minusválido” entre comillas, y es que queremos añadir con ello cierto toque evidente de ironía pues como se comprobará más adelante este editorial trata sobre el uso de dicha terminología.

 

Como cualquier servidor de la ley, uno es lo que es durante las 24 horas los 365 días del año. Y, en una de sus muchas visitas a diferentes ciudades de nuestro suelo patrio, este inspector de la A.P.S.C.O.E.A.M.F.I.B.P.A.D. que suscribe, aunque de paisano (o sea sin gorra ni pito), observó algo importante en relación con las atribuciones propias de su cargo. En un momento de relajo después de ir mirando el suelo pues, como pasa en toda ciudad española por muy bien adaptada que esté, las rampas en los pasos de peatones nunca están todas las que deben y  las que hay, pocas acaban a nivel 0, dicho inspector con ruedas levantó su cabeza y vio emocionado algo sin parangón. Una sensación de felicidad en forma de cosquilleo electrizante que recorrió su maltrecha espina dorsal invadió todo su ser. 

 

Lo que motivó tan agradable sensación a susodicho inspector, fue que había una de esas señales azules en las predomina una P sobre y un dibujito del “tío la silla”. Pero no fue la sorpresa de topar con una de ellas, dada su normal escasez por lo general, dicho sea de paso, si no por que había algo diferente en ella. Estas señales no se sabe muy bien si reservan el aparcamiento a los que tienen alguna discapacidad o alertan a cualquier conductor que allí pueden parar si hace falta, eso sí poniendo los intermitentes de «hagoloquequiero», e incluso aparcar tranquilamente si les va bien… El caso es que , como todos saben, generalmente llevan, como la cruz de Cristo, un cartelito cuyo INRI en este caso dice “MINUSVÁLIDOS”, pero lo curioso era que allí rezaba: “RESERVADO PARA PERSONAS CON MOVILIDAD REDUCIDA”.


Por cierto, ni que decir tiene que el coche allí aparcado no lucía las condecoraciones pertinentes, pero lo importante era que por primera vez se referían a un servidor como persona con movilidad reducida y no como como siempre  la palabra “minusválido”.

 

Es decir, que constaté que el respeto social hacia estos espacios reservados era el mismo, o sea casi nulo, pero bueno al menos parece que te sientes menos insultado y, lo que es mejor, poco a poco se va haciendo pedagogía social.  Así, aunque sea lentamente, se irán introduciendo estas cuestiones en las mentes del ciudadano de infantería (o sea de a pie) y paulatinamente se irán desterrando este tipo de terminologías despectivas.

 

Porque digan lo que digan la palabra “minusválido”  está compuesta por otras dos: “Minus”, del latín menos, y “válido” que es un adjetivo que significa “Firme, subsistente y que vale o debe valer legalmente”. Es decir, somos menos firmes, menos subsistentes y que valemos menos o debemos valer menos legalmente. ¡Vaya vaya..! Pero analizando esto comprobaremos que es lo mismo que decir que somos poco estables, poco fuertes y que nos movemos y vacilamos fácilmente (acepción 1ª de “firme” según el DRAE), que mantendremos poco la vida o seguiremos viviendo poco tiempo (acepción 2ª de “subsistir” según el DRAE) y que tenemos poco valor o somos de naturaleza menor, o tenemos menos calidad, que merezca aprecio y estimación.(acepción 6ª de “valer” según el DRAE) ¡Qué positivismo..!

 

Bueno, al margen de la curiosidad semántica del contenido y dejando a un lado cualquier tipo de extremismo, lo que está claro es que dicha palabreja no está muy bien elegida que digamos, y habrá que ir dejando de usarla aunque sea poquito a poco.

 

Ya hace 18 años que la Organización Mundial de la Salud reconoció (al inicio de la revisión de la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF-2001)) que los términos utilizados pueden, a pesar de todos los esfuerzos realizados, estigmatizar y etiquetar, por lo que tomó la decisión de abandonar totalmente el término «minusvalía» debido a su connotación peyorativa y de utilizar en su lugar el de «discapacidad», como término genérico que incluye déficits, limitaciones en la actividad y restricciones en la participación.  Y, a raíz de esta recomendación de la OMS, en España se reguló este cambio de nomenclatura en el año 2009, mediante el Real Decreto 1856/2009. Pues bien, a pesar de haber pasado tanto tiempo, todavía hoy es el día que se sigue viendo y usando cotidianamente esta terminología hiriente.

 

La sociedad usa estas palabras continuamente, quizás por costumbre o porque nadie se ha parado a pensar su negatividad, pero lo que es peor es que nosotros lo asumimos también. Y esto no podemos obviarlo y restarle importancia, pues la palabra, el lenguaje, nuestra forma de hablar y de escribir es importante, pues así nos comunicamos, transmitimos mensajes, conceptos, ideas. La palabra, por tanto, es una herramienta y debe ser usada con precisión pues con ella se pueden construir grandes y sólidos puentes , pero también derribar arraigadas barreras.

 

En una sociedad incluyente, que se precie. todos deben intervenir: gobiernos, medios de comunicación, asociaciones, normativas, la gente de a pie;  y deben hacer un esfuerzo por referirse a las personas con discapacidad de forma correcta ya que la importancia de la palabra en el trato hacia personas con discapacidad se ha de tener siempre presente y tener un cuidado exquisito con el lenguaje que se emplea. 

 

Es primordial no herir a nadie con las palabras. No menospreciar ni minusvalorar las capacidades de cualquier persona, así hay que educar en la reflexión de las connotaciones que tienen los términos que suelen usarse para referirse a las personas con alguna discapacidad. Vocablos como discapacitados, minusválidos, inválidos, minusvalía, subnormales, retrasados, tullidos o incapacitados, deben ser eliminados de nuestro lenguaje, y utilizar otros más correctos y amables como persona con una discapacidad.


La  capacidad es la aptitud, talento o cualidad que dispone a alguien para el buen ejercicio de algo. Por tanto, que tengas una discapacidad que te impida andar, por ejemplo, no quiere decir que no tengas otras capacidades como la música, los idiomas… No hay porqué definir a nadie, pero al menos no tienen porque definirte como si no tuvieras ninguna. Es lo que vendría a ser discapacitado o minusválido.

 

En el sentido de crear lenguaje positivo, sin duda, es muy importante la labor de la escuela, pero para cambiar la forma de hablar de los adultos es crucial la labor de los medios de comunicación e información social. Ellos deben dar ejemplo y servir de bandera, para que la sociedad poco a poco vaya adquiriendo el hábito y utilizando esos términos

 

Quizás algún día, estos ojos, que se han de comer los gusanos, no se asombren de ver carteles que digan “RESERVADO PARA PERSONAS CON MOVILIDAD REDUCIDA”, y no te digo nada si además se respeta….

 

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