Que no, que no me muero
Fuente, 22 de mayo de 2019

«Hay momentos de la vida en los que uno solo desearía desaparecer. No morir, ni marcharse ni despedirse, sino simplemente huir de la realidad repentinamente.»
Cuéntame cómo pasó (cap. 340)

Hace unas semanas, en la Feria del Libro de Valencia, di un taller a un grupo de alumnos de 3º de la ESO. Ni desde el instituto ni desde la propia Feria me dieron ninguna directriz, simplemente que fuera una hora con la temática de mi libro. Me preparé un Power Point, con mucha multimedia, haciendo un viaje por el grueso de la historia, les lanzaba preguntas y dejaba que me preguntaran. Cuando les conté el momento del cómo y qué me dijeron los médicos sobre mi enfermedad, les pregunté: «Qué harías vosotros si os cuentan lo que me dijeron a mí?», a los pocos segundos salta un alumno: «¡Yo me suicidaría!». Los compañeros le reprocharon lo que había dicho, pero sospecho que la mayoría pensó lo mismo. «Seguro que cuando se os estropea el móvil decís <¡yo me muero!> pero no pasa nada, a que sí?», les dije. Todos asintieron entre risas.

Hay problemas y hay cosas que pasan que no llegan a ser problemas, depende de la importancia que le des o de cómo lo valores tú en ese momento serán una cosa u otra. Depende de si te enzarzas y te regodeas en el dolor y la rabia, y le permites a tu mente imaginar, enjuiciar y enfadarse -que es lo fácil, la primera reacción ante algo negativo es ponerse en lo peor-; o de lo contrario, aceptas que cuando estabas saliendo del ascensor el tren se estaba yendo, y en lugar de tirarte la culpa por no haber salido antes de casa, o al conductor por no haberte visto, te pones a leer un libro o a contestar los WhatsApps que tienes pendientes. No siempre puedes llegar puntual a los sitios, hacer varias cosas a la vez -o aprovechar para ir a todos los sitios que tenías pendientes-, coger la llamada del móvil al tercer timbrazo, ni evitar que cuando salgas de la peluquería empiece a llover.

Unos años atrás, en un desfile benéfico que organizó la Fundación Acavall, se perdió el precioso vestido -que me había probado días antes- con el que iba a desfilar. Me habían peinado y maquillado ya y faltaba media hora para empezar. Me ofrecieron otras prendas de ropa con las que podía salir, pero no me gustaba ninguna, yo quería mivestido. Me agobié mucho, estuve a punto de llorar y no salir, y solté un <¡¡me muero!!>. Cuando acepté que el vestido aguamarina no iba a aparecer -y que yo tenía que salir-, me probé uno de los conjuntos que me enseñaban y me vi favorecedora: me lo puse y a rodar. Yo dije me muero? Yo, que iba monísima (quizá más que con el vestido)?

Por mucho que pienses que es lo peor, respira, escribe lo que te agobia en un papel (si puedes), escucha música que te calme (también si puedes), no te aceleres y abre tu mente planteándote OTRAS opciones…
Y que no, que no te mueres.
Y que como dice mi querida Raquel Martos: No pasa nada, y si pasa se le saluda.

«La felicidad no depende de la realidad, sino de la interpretación que yo hago de la realidad»
Enrique Rojas, psiquiatra

 

/* JS para menú plegable móvil Divi */