Editorial 156. Nunca es demasiado tarde, aunque muchos ojos no lo verán…
Nosotros, los que tenemos un cuerpo como todo el mundo, pero que no funciona como debería. Nosotros, los que tenemos un cuerpo desobediente, que va a su aire. Nosotros que por culpa de esa rebeldía corporal necesitamos ayuda para movernos por la vida, ya nos habíamos dado cuenta. Hace tiempo que nos habíamos percatado que además de vivir de prestado en un mundo demasiado rígido, poco adaptado a nuestra singularidad, también vivíamos en una continua y ancestral discriminación.
Esta discriminación que sufrimos las personas con una discapacidad la tenemos tan asumida que no nos damos cuenta de ella hasta que la vemos escrita en algún tabloide o lo dice alguien que nos hace ver las cosas de otra forma.
Por ejemplo, ¿alguna vez nos habíamos parado a pensar que cuando viajamos en un transporte público pagamos el doble que cualquier otro usuario?
Al igual que cuando entramos en un museo la persona que nos acompaña no paga, ¿por qué cuando viajamos en un avión el acompañante si paga?
Parece que alguien, a través de una queja ciudadana en el 2007, le ha hecho ver a la Defensora del Pueblo que ocurría tal cosa y a instancias de ella la Dirección General de Aviación Civil del Ministerio de Fomento promoverá ante la Unión Europea la adopción de medidas normativas que equiparen el tratamiento de las personas con movilidad reducida en el transporte aéreo al previsto por la normativa comunitaria para otros modos de transporte. En definitiva, según la Defensora del Pueblo que cuando una aerolínea obligue a una persona con movilidad reducida a viajar con asistente, éste pueda viajar gratis.
¿Hay que alegrarse de esta iniciativa? Pues sí, nos alegramos. No nos paran de dar saltos de alegría las pocas neuronas con la suficiente frataxina que tenemos. Pero vamos, clama al cielo que sea necesario que hayan tenido que pasar, se dice pronto, diez hermosos años para que se haga algo al respecto. Y ese “algo” sólo es un primer paso, una propuesta de procedimiento de una instancia (Defensor del Pueblo) a otra (Dirección General de Aviación Civil ). Es decir, que con un poco de suerte en otro diez años podremos ver algún resultado, siempre y cuando la Unión Europea siga existiendo para entonces, que es mucho suponer tal y como están las cosas.
Además, eso de que cuando la compañía “obligue” a viajar con asistente es dejar todo en el aire y al albur economicista de una entidad con mucho ánimo de lucro, porque el que obliga es el grado de dependencia o de discapacidad de la persona, y eso se hace por ley. Que parece que las que cortan el bacalao son las aerolíneas y siempre hay que estarles dorando la perdiz, cuando sólo en España se inyectaron 250 millones de euros en ayudas durante la crisis. Y, es evidente que si vuelan a golpe de subvención algo se les podrá exigir. Pero bueno, ese es otro tema que nos queda demasiado grande a los humildes atáxicos.
No obstante, tenemos que seguir siendo positivos y pensar que como diría Lao Tse: “Todo viaje, por largo que sea, empieza por un solo paso”. Por nosotros que no quede.